La historia del vino se ha entrelazado con la historia de otras
actividades humanas como pueda ser la agricultura, la gastronomía, las
actividades lúdicas de las civilizaciones, así como del devenir del
hombre mismo.
El vino es una bebida alcohólica fermentada procedente del zumo de la
uva (Vitis vinifera) que contiene alcohol etílico y que en cantidades
moderadas nos provoca la expresión sincera de sentimientos, mientras que
en grandes cantidades se trata de un narcótico. La naturaleza humana ha
estado, desde sus comienzos, sedienta de vino y esto ha provocado que
sea una mercancía de valor en diferentes culturas.
Existen evidencias arqueológicas en las que se indica que la
producciones de vino más antiguas provienen de una extensa área que
abarca: Georgia (véase: Vino de Georgia) e Irán (Montes Zagros), datando
estos comienzos en el periodo que va desde el 6000 al 5000 a. C. Los
primeros cultivos de la uva (vitis vinifera) ocurrieron en la edad del
bronce en lugares cercanos al Oriente Próximo, Sumeria y Antiguo Egipto
alrededor del tercer milenio a. C.
La vid se ha ido extendiendo gracias a sus características adaptativas
desde la especie euroasiática vitis vinifera L. subsp. sylvestris, ha
requerido pocos cambios genéticos para adaptarse a su cultivo a las
diferentes zonas, posee unos bajos requerimientos de agua y minerales,
crece en tierras donde otros frutales no crecerían, gracias a su
capacidad regenerativa permite una recolección intensiva.6 Esta
adaptabilidad fue una de las claves de su expansión a lo largo de
Europa, así como en la mayoría de los climas templados de la tierra. Uno
de los mayores cambios que sufrió la vid fue cuando, en la antigüedad,
se convirtió por selección artificial de una variedad "salvaje" (de
sexualidad dioica en su mayoría) a una "domesticada" (hermafrodita), se
desconoce en la actualidad las razones de este cambio. Pronto se pudo
comprobar que el vino era la suma de un conjunto de factores
ambientales: clima, latitud, altura, horas de luz, etc.
Muchas de las grandes culturas del mediterráneo así como Oriente Próximo
reclaman haber inventado ellos mismos el proceso de vinificación
atribuyendo su descubrimiento a un héroe local o a una divinidad
agraria. Pero el caso es que el comercio y la expansión de algunas
culturas e imperios ha hecho que el vino y su cultivo se fuese
extendiendo por diversas regiones de la Tierra, adoptando nuevos sabores
y aromas. El vino (al igual que otros alimentos básicos) aparece en la
cultura cargado de simbolismo. El vino aparece en la Biblia (Libro del
Génesis) tras el Diluvio universal replantado por Noé (del que la
tradición judeo-cristiana aclama como inventor del vino), aunque puede
establecerse un paralelismo con Noé en el personaje del poema de
Gilgamesh (narración de origen sumerio) denominado Utnapishtim que
igualmente planta viñas tras un diluvio. En las diversas culturas de la
tierra existen otras bebidas fermentadas similares, como puede ser la
hidromiel y la sidra de los pueblos del Norte de Europa, el koumiss del
Asia Central, los mismos romanos fermentaron higos y dátiles para hacer
bebidas alcohólicas. La capacidad adaptativa de la uva a diferentes
climas y suelos, su alto rendimiento, es la única fruta que retiene en
su interior cantidades de un inusual ácido denominado tartárico que
favorece la acción de las levaduras. Se puede decir que en la actualidad
la uva es la fruta más recolectada a nivel mundial, siendo el 70% de la
misma dedicado a la producción de vino.
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